Una mañana en la ONU en la que se ha convertido el Obradoiro
A la plaza del Obradoiro han llegado este año peregrinos de 168 nacionalidades distintas. De hecho, más de la mitad de los visitantes de la catedral son extranjeros. No es por tanto extraño escuchar una rica variedad de idiomas frente a la monumental fachada barroca. Un día cualquiera obtienen su compostela visitantes de distintos continentes, españoles y, cómo no, gallegos.
El viernes llegaban al Obradoiro desde O Cebreiro un grupo de siete pontevedreses y un salmantino. Uno de los integrantes es Francisco Pérez-Miras, que encadena 18 años seguidos haciendo el Camino. «Lo hago por devoción, pero también por otras razones», dice antes de mostrar una camiseta con el lema «La ELA existe», de la Plataforma de Afectados por la ELA. Además, Francisco está organizando otra ruta en enero con niños que padecen la enfermedad de Crohn y es miembro de Asampo (Asociación de Amigos de la Pontevedra), que fomenta mediante una ruta hasta Santiago la donación de órganos. Este grupo se conoce a la perfección el Camino Francés, una de las rutas más populares. Sin embargo, los madrileños Cristina Olano y David Torres solo llevan dos años cubriendo ese trayecto y se han sorprendido de la gran afluencia que hay en esta ocasión. «El año pasado salimos desde León y este desde Oviedo en las mismas fechas. Desde Melide hemos visto mucha más gente. Además, los albergues están mucho mejor preparados para esta época del año», comenta la pareja.
También es tendencia entre los peregrinos extranjeros cubrir la ruta gala. Un total de 34 días les llevó a un grupo de ocho surcoreanos llegar al Obradoiro desde Saint Jean Pied de Port. Sobre las frías rocas de la plaza descansaban mientras se sacaban fotos en el complejo monumental. «La catedral por dentro ha sido una de las cosas que más nos ha gustado», asegura una de las peregrinas. Sobre el clima, opinan que «es demasiado frío para caminar», aunque aseguran que repetirían la experiencia.
Desde la misma localidad gala salió Lucas de Paula, un joven brasileño que decidió emprender la aventura en solitario. «Soy católico, pero el motivo por el que he hecho el Camino es más espiritual. Además, la Iglesia pretende cobrarte por todo, es como un negocio», explica. El 15 de octubre emprendió su viaje y no arribó a Santiago hasta el viernes. A diferencia del grupo de coreanos, a Lucas no le molesta el frío: «De hecho, lo prefiero; sudas menos». El brasileño se anima a bromear sobre la climatología local: «Mucho sol al principio y, de repente, Galicia [ríe]». Lucas repetiría la experiencia, pero no volvería a elegir el Camino Francés: «Todo es muy bonito, pero hay mucha gente y los albergues estaban llenos. Nosotros los llamamos ‘turegrinos’, porque lo que hacen es turismo. El resto buscamos algo más que paisajes hermosos».
El viernes llegaban al Obradoiro desde O Cebreiro un grupo de siete pontevedreses y un salmantino. Uno de los integrantes es Francisco Pérez-Miras, que encadena 18 años seguidos haciendo el Camino. «Lo hago por devoción, pero también por otras razones», dice antes de mostrar una camiseta con el lema «La ELA existe», de la Plataforma de Afectados por la ELA. Además, Francisco está organizando otra ruta en enero con niños que padecen la enfermedad de Crohn y es miembro de Asampo (Asociación de Amigos de la Pontevedra), que fomenta mediante una ruta hasta Santiago la donación de órganos. Este grupo se conoce a la perfección el Camino Francés, una de las rutas más populares. Sin embargo, los madrileños Cristina Olano y David Torres solo llevan dos años cubriendo ese trayecto y se han sorprendido de la gran afluencia que hay en esta ocasión. «El año pasado salimos desde León y este desde Oviedo en las mismas fechas. Desde Melide hemos visto mucha más gente. Además, los albergues están mucho mejor preparados para esta época del año», comenta la pareja.
También es tendencia entre los peregrinos extranjeros cubrir la ruta gala. Un total de 34 días les llevó a un grupo de ocho surcoreanos llegar al Obradoiro desde Saint Jean Pied de Port. Sobre las frías rocas de la plaza descansaban mientras se sacaban fotos en el complejo monumental. «La catedral por dentro ha sido una de las cosas que más nos ha gustado», asegura una de las peregrinas. Sobre el clima, opinan que «es demasiado frío para caminar», aunque aseguran que repetirían la experiencia.
Desde la misma localidad gala salió Lucas de Paula, un joven brasileño que decidió emprender la aventura en solitario. «Soy católico, pero el motivo por el que he hecho el Camino es más espiritual. Además, la Iglesia pretende cobrarte por todo, es como un negocio», explica. El 15 de octubre emprendió su viaje y no arribó a Santiago hasta el viernes. A diferencia del grupo de coreanos, a Lucas no le molesta el frío: «De hecho, lo prefiero; sudas menos». El brasileño se anima a bromear sobre la climatología local: «Mucho sol al principio y, de repente, Galicia [ríe]». Lucas repetiría la experiencia, pero no volvería a elegir el Camino Francés: «Todo es muy bonito, pero hay mucha gente y los albergues estaban llenos. Nosotros los llamamos ‘turegrinos’, porque lo que hacen es turismo. El resto buscamos algo más que paisajes hermosos».